Vamos a ver… Estás en paro, decides lanzarte por tu cuenta y optas por capitalizar la prestación. Perfecto: el SEPE te da en un solo pago lo que te tocaría mes a mes, y con eso puedes arrancar tu proyecto sin tener que vivir a base de arroz blanco. Además, ese dinero —ojo al dato— no tributa en tu IRPF. Todo bien, todo bonito. Hasta aquí, la parte amable de la historia. Pero claro, como en todo lo que tiene que ver con Hacienda, hay letra pequeña. Y conviene no pasarla por alto.

El truco del almendruco: los cinco años de permanencia
Resulta que para que esa exención sea firme y nadie venga después a reclamarte nada, hay que cumplir un requisito clave: mantener la actividad durante cinco años. ¿Que montaste una SL y usaste el dinero para aportar capital? Pues no puedes vender tus participaciones antes de que pase ese plazo. ¿Que te diste de alta como autónomo? Pues más de lo mismo: aguantar el tirón cinco años. Ni uno menos.
Y si por lo que sea, la cosa no va bien, te quemas, te cansas o decides cambiar de rumbo antes de tiempo… ahí empieza la fiesta. Hacienda viene con su lupa y te dice: “Muy bien, majete. Como no has cumplido los cinco años, toca regularizar”. ¿Qué significa eso? Pues que tendrás que declarar como renta del trabajo aquello que antes estaba exento. Y sí, también pagarás intereses de demora. Porque ya sabes: cuando se trata de cobrar, Hacienda no olvida.
Pero espera… que aún hay una salida (no todo está perdido)
Ahora bien, si estás en esa situación y ya estás viendo cómo el IRPF te va a crujir, no te desesperes tan rápido. Puede que tengas una tabla de salvación: la reducción del 30% por rentas irregulares.
¿Cómo va esto? Muy sencillo (bueno, más o menos): si esa prestación que capitalizaste se generó por cotizar más de dos años (es decir, que venías currando sin parar antes del paro), entonces esa cantidad tiene consideración de rendimiento del trabajo generado en más de dos años. Y aquí entra en juego el artículo 18.2 de la LIRPF, que permite aplicar una reducción del 30% sobre esas rentas. Vamos, que dentro del susto te puedes ahorrar un buen pico.
Moral de la historia
Lanzarse a emprender con la ayuda de la capitalización del paro es una opción muy digna, incluso valiente. Pero hay que ir con los ojos bien abiertos. Porque si a los tres años tiras la toalla y cierras el chiringuito, Hacienda te pedirá cuentas. Eso sí, si has cotizado lo suficiente, al menos te queda el consuelo de poder aplicar esa reducción que puede suavizar bastante el palo.
¿Lo ideal? Consultarlo todo antes con alguien que controle. Porque entre exenciones, plazos, reducciones y regularizaciones, lo que empieza como una ayuda puede acabar siendo un quebradero de cabeza. Y para dolores de cabeza, ya tenemos la cuota de autónomos, ¿no?
Comparte esta entrada:
Publicaciones relacionadas:



