A primera vista, añadir a tu hijo como cotitular en tu cuenta bancaria parece un gesto tan lógico como entrañable: le facilitas la vida, te cubres ante imprevistos y, de paso, le enseñas a gestionar el dinero. ¿Qué puede salir mal? Pues… casi todo, si no lo haces con lupa y cabeza fría.
Porque lo que muchos ven como una práctica doméstica y sin consecuencias puede terminar, sin previo aviso, en una desagradable carta de Hacienda. Y créenos: en materia fiscal, la buena voluntad no sirve de excusa.

🧨 ¿Dónde está el peligro? En los detalles que nadie lee
La Dirección General de Tributos (DGT) no se anda con paños calientes: si tu hijo aparece como titular de una cuenta pero el dinero lo has aportado tú, Hacienda puede asumir que le has hecho una donación. Así, sin más.
💣 Aunque no haya ni un solo euro suyo, para la Agencia Tributaria el simple hecho de figurar como cotitular ya es suficiente para encender todas las alarmas.
Y ojo: el problema no es solo teórico. Hay casos reales en los que padres bienintencionados han terminado metiendo a sus hijos —y a sí mismos— en un lío monumental por no prever las consecuencias fiscales de algo tan simple como compartir una cuenta.
💰 ¿Y los intereses? También traen cola
Los intereses que genera ese dinero deben declararse en el IRPF como rendimientos del capital mobiliario. Pero, ¿quién los declara? Pues, según Hacienda, quien aparezca como titular del dinero. Y ahí está el lío: si tú pones el dinero pero la cuenta está a nombre de ambos, tendrás que demostrar —y con papeles— que el dinero no es de tu hijo. Porque si no lo haces, se considera suyo. Y tributa como tal.
🧾 Traducción práctica: tu hijo puede tener que pagar IRPF por unos intereses que jamás ha visto… y además, el Impuesto sobre Donaciones por un dinero que nunca pidió.
🎭 Titularidad bancaria ≠ titularidad fiscal
Este es el error más común: confundir lo que dice el banco con lo que interpreta Hacienda. Para el banco, da igual quién ingresó el dinero: si hay dos nombres, hay dos titulares. Para Hacienda, eso significa potencial copropiedad… salvo que lo documentes lo contrario con precisión quirúrgica.
- Si no hay pruebas claras, se considera que ambos titulares son propietarios al 50 %.
- Si se saca dinero y se gasta en el hijo, eso puede verse como una donación encubierta.
Si se generan intereses, también se reparten… y cada uno tributa por su parte.
La ingenuidad, en fiscalidad, se paga con recargos.
🎬 Ejemplo realista (y un poco aterrador)
Pongamos que decides transferir 50.000 € a una cuenta compartida con tu hijo porque en ese banco te dan un interés más jugoso. Tu hijo no aporta nada, pero aparece como cotitular. Si Hacienda revisa esa cuenta (y lo hace, más a menudo de lo que crees), puede interpretar que le has regalado 25.000 €. ¿Consecuencias?
- Impuesto sobre Donaciones al canto (con tipos que, en algunas comunidades, son criminales).
- Declaración de IRPF con rendimientos atribuidos a tu hijo por dinero que ni tocó.
- Posible inspección… y el consiguiente estrés familiar y económico.
🛡️ ¿Cómo hacerlo bien (y dormir tranquilo)?
- Evita cuentas conjuntas si no es estrictamente necesario. ¿Para qué complicarte?
- Usa autorizaciones, no titularidades. Así tu hijo puede operar sin ser considerado propietario.
- Documenta todo: contratos privados, justificantes de ingresos, declaraciones de intenciones. Todo ayuda.
- Controla los movimientos y su trazabilidad: una hoja de Excel bien llevada vale más que mil palabras en un juicio con Hacienda.
🧩 Conclusión: no es solo una cuenta… es una decisión fiscal
Lo que comienza como un gesto de confianza puede derivar en un auténtico puzle tributario. Hacienda no se guía por el cariño ni por la lógica familiar. Se guía por los documentos. Así que, si vas a compartir una cuenta con tu hijo, hazlo con asesoramiento profesional y estrategia. Porque en temas de dinero, las buenas intenciones no eximen de tributar.
Y recuerda: en fiscalidad, lo que no está escrito… no existe.
¿Quieres compartir cuenta con tu hijo? Perfecto, pero que sea con cabeza y con plan. Porque tu tranquilidad —y la suya— también se hereda. ¿Te ayudamos a hacerlo bien desde el principio?