¡Ojo con las actas de conformidad! Porque lo que parece un trámite inocente, puede convertirse en un auténtico lío fiscal en el futuro. Te explico: si la Inspección de Hacienda detecta un error en un ejercicio y tú aceptas firmar un acta de conformidad (es decir, le das la razón al inspector sin discutir mucho), lo que estás haciendo sin darte cuenta es abrir la puerta a que te consideren requerido también para los años siguientes en los que hayas cometido el mismo fallo.

¿Y eso qué implica? Pues que si más adelante decides presentar una autoliquidación complementaria —porque tú mismo detectas el error y quieres regularizar la situación— Hacienda podría decirte: “Muy bien, pero como esto lo haces tarde, te pongo un recargo del 1 al 15%”. ¡Ups!
Pero espera… ¿es eso legal? Aquí viene lo interesante: según la Ley General Tributaria (art. 27), ese recargo solo es exigible si la presentación de la complementaria es voluntaria, es decir, si no ha habido un requerimiento previo por parte de Hacienda. Y aquí es donde entra en juego el acta.
Porque, según la jurisprudencia (sí, hay sentencias claras sobre esto: AN 17-10-2024 y TS 23-11-2020), si ya firmaste un acta en la que se te advertía de un error, eso sí cuenta como un requerimiento previo. Incluso aunque no haya llegado una carta formal. Es decir, que Hacienda ya te ha dicho claramente que estás metiendo la pata… y eso vale para los ejercicios siguientes.
¿La consecuencia práctica? Si presentas una complementaria de otro año posterior corrigiendo el mismo error, y Hacienda te aplica un recargo… ¡reclama! Alega que ya existía un requerimiento previo (el acta que firmaste) y que, por tanto, el recargo es improcedente. No es un capricho: lo respaldan los tribunales.
Ahora bien, eso no significa que Hacienda se quede cruzada de brazos. Podrían ir a por ti con una sanción si demuestran que hubo dolo o negligencia, pero para eso tienen que iniciar una comprobación del ejercicio en cuestión… y eso, créeme, no siempre ocurre.
En resumen: las actas importan, y mucho. Léelas, entiéndelas y piensa en las consecuencias futuras. Porque en fiscalidad, lo que hoy parece un simple papel, mañana puede ser tu mejor escudo… o tu peor trampa